La espiritualidad tiene como objetivo implícito el tomar decisiones que impacten de la mejor forma posible a todos los interesados, de manera que se traduzcan en resultados benéficos. Quienes ejerzan estas prácticas desde la inteligencia espiritual, harán valer esta premisa en todos sus actos de vida, es decir, para todas sus áreas, no solo para alguna de ellas. La espiritualidad no representa una serie de prácticas personales basadas en creencias enmarcadas en la subjetividad. Representa una convicción que se irradia en todo cuanto tiene relación conmigo.

Una persona que es consciente de su entorno y genera prácticas de inteligencia espiritual, lo hará en todos los órdenes y para todas las situaciones: En su familia, en su trabajo, con sus amigos, su pareja, en sus negocios, etc. Ningún ambiente se mantiene en la excepción o aislado de su columna vertebral de valores. Por ello representa una inteligencia de la congruencia. Lo que se piensa se dice y se hace.

 Inteligencia espiritual en la empresa implica un ejercicio consciente de aceptación incondicional, ya que habrá que comprender que las cosas, es decir, las situaciones financieras, las de mercado y otras del entorno, son como son y no como quisiéramos que fueran, así como se presentan son perfectas puesto que son. De igual forma es un ejercicio de desapego, puesto que en la comprensión de que no poseemos nada se encuentra el sustento del liderazgo que efectivamente sirve a todos los interesados. Si no poseemos nada, ni tan solo un ego, entonces somos libres y por lo tanto mis éxitos son totales y absolutos.